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Galeria La Cometa

Updated: 3 days ago

1. En la curaduría de la exposición, ¿qué observaron sobre la manera en que Escobar y

Gómez escuchan, responden o colaboran con el material, en lugar de imponer una

Forma?


Las artistas se aproximan al material desde la escucha; reconocen su vibración, su resistencia, su flexibilidad, su ritmo. La fibra no se somete: se acompaña. Escobar trabaja desde la evidencia cromática y el contraste, creando tramas que evocan espinas, trenzas y colas de caballo. Gómez se inclina hacia la sutileza que desestabiliza, allí donde un hilo es capaz de alterar el compás. Ambas operan desde la intuición como una paradoja: sobre la estructura estable de la urdimbre, se permiten la apertura a lo inestable. La fibra se despliega como un lenguaje vivo que oscila entre lo salvaje y lo doméstico, entre el caos y el orden. Lo animal y lo vegetal se entrelazan hasta confundirse: la materia revela sus afinidades miméticas. 


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2. ¿Cómo equilibra la exposición la celebración de las tradiciones textiles artesanales,

comunitarias e indígenas con una perspectiva artística claramente contemporánea?


Hay plena conciencia de la herencia que asocia lo textil a lo femenino y lo doméstico, pero

las artistas no buscan negarla, sino resignificarla. El tejido no es un oficio subordinado, es

una forma de pensamiento material y simbólico capaz de producir imagen y discurso. En las

manos de Escobar y Gómez, la urdimbre y la trama son soportes conceptuales tanto como

plásticos, espacios donde se cruzan la memoria de la labor y las tensiones del territorio. El

textil se afirma como un lenguaje expandido que carga con su peso histórico y, al mismo

tiempo, abre el tiempo.


3. Muchas de las fibras provienen de paisajes rurales colombianos y llevan consigo

memorias del trabajo artesanal, la cosecha y las tradiciones comunitarias. ¿Cómo

destaca la exposición las memorias sociales y territoriales incrustadas en la

Materialidad?


Las fibras recolectadas en paisajes rurales y entornos urbanos son reservorios de prácticas

artesanales e industriales, memorias de lo comunitario, de lo indígena y lo campesino. En

cada material late un tiempo cosechado, una experiencia social, una memoria: la paja como

abrigo del páramo, la crin como vestigio de lo indómito, el fique que circula en manos

campesinas antes de llegar al taller, el yaré extraído en la Orinoquía, el chiqui chiqui

rescatado de escobas en los mercados locales, la cortadelia que viaja en un gesto de

colonización inversa. En este tránsito, la obra se muestra en permanente transformación: una

pieza conduce a la siguiente, una investigación germina en otra. El control negocia con la

maleabilidad, y el oficio artesanal se expande hacia lo artístico para desbordarse.


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4. Las prácticas textiles suelen ser subvaloradas o mal categorizadas en el mercado del

arte como “artesanía”. ¿Cómo navega la galería los prejuicios del mercado hacia el

trabajo textil y de qué manera replantea la forma en que los coleccionistas se relacionan

con las prácticas en fibra?


La galería ve una oportunidad clara de poder llevar las fibras más allá. Tanto Vanessa como

Rosana son diseñadoras de profesión y esa velocidad con la que se mueve el mundo de la

moda, la contienen y hoy como un ejercicio tántrico, nos invita a la desaceleración del mundo moderno, a mirarnos hacia adentro, a volver al origen del oficio y transformarlo en arte. El telar, las manos mismas, nos traen el material de una manera diferente y vemos en ello una posibilidad gigante de comenzar a introducir lo textil como obra.


Hoy vemos en las bienales de arte del mundo, un gran número de piezas textiles que llegaron a hablar de tú a tú con el resto de prácticas artísticas contemporáneas, haciendo de lo textil un medio más para transmitir ideas y cuestionamientos a nivel ambiental y social y en eso también, la galería hace una apuesta buscando que amantes y compradores, miren este medio como una posibilidad para enriquecer cualquier colección.



 
 
 

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